Las obras en la zona de mi peruano favorito y una visita familiar me han traído al Restaurante Lima 26 de Marbella, un rincón de cocina peruana un tanto particular.
Digo un tanto particular porque no es una cevichería al uso. Lima 26 un restaurante de cocina nikkei: la fusión entre la cocina peruana y japonesa.
¿Te atreves a leer lo que viene a continuación? Recuerda: ni llevo gafapasta, ni me paga Michelín. Soy una persona corriente y disfrutona que le encanta comer y probar platos nuevos. Disclaimer avanzado, ¡vamos al lío!
Índice de contenidos
Restaurante Lima 26
El Restaurante Lima 26 se encuentra ubicado en 2ª linea de playa en la calle Camilo José Cela nº 4. Dicho de otra forma, te encuentras a apenas 3 minutos de la playa caminando y de otros tantos lugares de ocio. Es una zona espectacular para vivir y aunque no te importe ahora mismo, bastante complicada para encontrar piso.
El local
El local tiene su toque propio de identidad. Colorido en el interior por sus manteles aunque para mi destaca mucho más por la fachada decorada en madera de color añil donde los nombres de bonitas ciudades del Perú recorren sus cristaleras. Disponen de terraza que además, por la orientación y disposición de algunas de sus mesas más exteriores puedes disfrutar de un buen rato de sol al mediodía incluso en invierno.
Si bien, tuvimos un poquito de mala suerte ya que el vecino del primer piso decidió regalarnos su estridente selección musical durante unos 20 minutos a todo volumen. Supongo que fue ocasional y lamentablemente los gerentes poco pueden hacer al respecto.
Cocina fusión: nikkei y chifa
Como nuestra idea inicialmente era una cocina peruana más tradicional, al mirar la carta por primera vez, nos sorprendió bastante al ser algo totalmente nuevo para los que asistimos al festín – degustación. Sobre todo por la parte Nikkei / Chifa. ¿Y que significa esto?
Por si no lo sabías, la cocina nikkei surge de la fusión entre la gastronomía japonesa y la peruana y está basada en los cortes y elaborados japoneses a los que se le imprime el intenso carácter de los sabores peruanos.
Y la cocina chifa – término acuñado en el Perú – se refiere la gastronomía importada por los inmigrantes chinos de mediados del sigo XIX. Etimológicamente viene de dos palabras de origen cantonés: «chi» y «fan», cuyo significado respectivo corresponde con «comer» y «arroz».
Aclarada esta parte, vamos a lo importante: el menú del Lima 26. Decidimos pedir al centro y probar de todo un poco aunque en especial, la parte del «Perú menos fusión». A continuación te dejo con nuestra ronda de platos reunida en una sola fotografía a la que seguirá mi impresión personal.
La comida
Comenzamos con el ansiado y delicioso Pisco Sour. Descubrimos que era un poco más dulce de lo que estábamos acostumbrados en otros locales peruanos. Entraba fácil y acompañaba a todos y cada uno de los platos que probamos. Aviso: bébelo con pausa y disfruta cada sorbo. Es, lo que llamamos en España un pelotazo importante si lo bebes demasiado rápido y sus ocho eurazos podrían multiplicar la cuenta por dos en un plis plás.
La camarera nos sugirió comenzar con unos aperitivos para que fuesen llegando al ritmo del Pisco. Sin embargo pedimos casi todo de golpe.
En primer lugar llegó la yuca frita, que vino acompañada de 3 salsas: una mayo picante, otra de cilantro y la tercera que no logro recordar (quizá por el pisco). Espectacular el punto de cocción y rebozado. Nada aceitosas, con el crujiente perfecto y se deshacían en la boca. Fue terminar – para 4 quedaba un pelín escasa – y fuimos pidiendo otra.
Luego llegó el ceviche clásico que, según carta, se componía de corvina, leche de tigre, choclo, boniato y maíz chulpi. Sinceramente, estaba delicioso de sabor aunque me pareció escaso en cantidad para el precio que tiene el plato (ver foto). Además olvidaron incluir el maíz chulpi. Curiosamente vimos que a los comensales de una mesa cercana les llevaron varios platitos de chulpi frito y no dudamos en pedírselo a la camarera. No porque lo echásemos de menos en el ceviche sino porque en un viaje gastronómico peruano así no debía de faltar. Y por supuesto, muy rico y con el crujiente y salado ideal.
El siguiente plato en aterrizar en nuestro aeródromo culinario fue el trío de causas (¿limeñas?), compuesto por tres pequeñitas raciones de masa de papas aliñada con ají amarillo de pollo, otra de pulpo y una acevichada. Honestamente y pese a que estaban bien presentadas y sabrosas, quizá me pareció un pelín caro (ver foto) no tanto por la calidad sino por la cantidad.
Llegó el momento de los chicharrones nikkei, el cerdo frito con base de pan bao y un encurtido de verduras. 2 montaditos de 3 bocados espectaculares por cada ración. Toda una explosión de sabores en el paladar. Con unos toques de sabor que recordaban a la salsa teriyaki fue toda una sorpresa. Sin embargo, acostumbrados un poco a un chicharrón clásico más jugoso – y grasiento – tengo que decir que para mi gusto, un pelín seco.
Por último, nos atrevimos con otro plato fusión: los saquitos toshimey. Consisten en una preparación en forma de saquitos pequeños de un par de bocados generosos que están elaborados con una masa wanton – wantán, wan tun, wantoón, wontón, Won ton o Whatever – rellena de gambas, jengibre y cebolla china. ¡Buah! Menuda pasada. Eso sí que fue otra explosión de sabores. Personalmente no lo hubiese pedido al final ya que el marisco te envuelve el paladar y te deja un sabor muy intenso. A estas alturas el Pisco sour ya brillaba por su ausencia en mi vaso y andaba acabándome otro medio vaso de mi suegro cuyo paladar está más hecho para la cerveza que para estos sabores tan exóticos.
El postre
Más que saciados con todo el elenco de platos peruanos, llegó el momento del postre. Decidimos compartir porque a parte de ser una costumbre en nuestras salidas gastronómicas ya no podíamos más. Y es que el postre, nunca me puede faltar. Fíjate que hay restaurantes donde solo iría a comer el postre.
Pedimos un Tres leches y un Sublime. El primero era una porción con un bizcocho que recordaba mucho al brioche – o bollo de leche – aunque empapado en tres tipos de leches, un poco de nata y unos frutos del bosque. La presentación simple y elegante. El sabor del bizcocho empapado era muy parecido al de la leche con toques leves de canela o incluso, como mencionaron en la mesa, a la base líquida con la que se elabora un flan. Una auténtica pasada. Si te gustan los aromas finos y sabores delicados, este postre sin duda es un obligado en el local.
El segundo fue un brownie de chocolate con maní y espuma de chocolate blanco. Olvídate de los brownies de supermercado o grandes cadenas de restauración. un brownie auténtico, esponjoso y sin resultar para nada empachoso. Para comerte dos seguidos. El helado de vainilla con cobertura de chocolate casaba de lujo como es de costumbre con este plato.
En conclusión, esta experiencia salió por casi 115 euros impuestos incluidos lo que hace un promedio aproximado de casi 30 euros por comensal. Si bien fuimos «algo austeros» en la bebida y en los postres, no es nada desorbitado para el precio medio que puede tener un restaurante en una ciudad como es Marbella, donde todo es más caro cada día que pasa, con o sin covid mediante.
Pues lo dicho: un personal atento, el servicio rápido, la cocina rica y ligeramente atrevida. Lima 26 es un viaje de ida y vuelta al Perú más diverso apto para cualquier bolsillo. Mi más sincera enhorabuena al chef Jack Smith Villanueva y a su equipo.
Por último, si eres el propietario/a de un restaurante/bar/bistró/etc en Marbella, Puerto Banús o San Pedro de Alcántara, me gustaría hacerte una propuesta: ¿Te gustaría aparecer en este blog? Pues es bástante fácil y te lo cuento aquí.
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